Es martes. Los nevados de los Andes, al sur de Quito, amanecen despejados. Aunque como es propio en esta época del año, se cubren de nubes con el transcurso de las horas.
Una ligera llovizna acompaña la llegada a la Hacienda El Porvenir by Tierra del Volcán, de El Pedregal, en Machachi. El camino empedrado hasta el lugar marca el inicio de la experiencia que se vivirá.
En una época en la que los panoramas de cualquier rincón de la Tierra son accesibles con solo un clic, el reto es narrar los sabores. Ahí está, por ejemplo, un crujiente ‘crumble’ de manzana servido en una cacerola que concentra su calor y derrite lentamente al helado artesanal de vainilla y canela, recomendado por Xavier Cárdenas, anfitrión del restaurante.
También están los olores, como el del vapor que sale de la tierra mojada y se conjuga con los del árbol de mortiño, arete del inca y polylepis. El aroma solo se percibe con la distancia de la ajetreada ciudad. Y, claro, hay sensaciones, como un paseo en bicicleta por los senderos montañosos, con un sorpresivo aguacero que cobija al páramo de las “cuatro esquinas”.
Así se conoce a la zona donde está ubicada la Hacienda El Porvenir por los volcanes que la rodean: Rumiñahui, Pasochoa, Sincholagua y Cotopaxi. Este último es el único activo de ellos, con emisiones de ceniza y gas registradas en los últimos meses. Y a pesar de la situación, ese aspecto resulta atractivo para los turistas. En esta época del año, el coloso se deja ver en las primeras horas del día o al atardecer, según cuenta Felipe Bustamante, uno de los guías del lugar.
Un canelazo caliente con empanadas de queso, azúcar, ají y un poco de destilado de caña (o puntas) reciben al visitante en la sala de la casa principal. Es una bienvenida basada en una receta familiar de principios del siglo XX y resguardada por los Gangotena.
Afuera la lluvia cesa y los caballos están preparados para un paseo por las faldas del Rumiñahui. Este se realiza con el atuendo tradicional del chagra. Un poncho, el zamarro y el casco de seguridad permiten una apropiación de la experiencia andina. En el camino se pueden admirar los ejemplares de ganado criollo, de ganado de lidia y las vacas en su pastoreo.
Turismo con historia
La historia de El Porvenir se remite a la época de la Colonia. Desde aquel entonces ha atravesado tres grandes etapas.
La primera con los jesuitas, como primeros propietarios de las tierras. La segunda, ya bajo la propiedad de la familia Pérez-Gangotena, cuando se redujo la extensión de sus hectáreas de 17 000 a 1 000, producto de los procesos de la Reforma Agraria, en los años 60 y 70 del siglo XX, además de la creación del área protegida del Parque Nacional Cotopaxi, en 1975.
En la tercera etapa se convierte en una de las primeras haciendas en abrir sus puertas al turismo. En la actualidad son pioneros en desarrollar programas de conservación ambiental y tener un espacio de spa con prácticas ancestrales, según Ana Torres, guía del lugar.
Turismo sustentable
Desde 2006, buscan cumplir con la siembra de un millón de árboles nativos, como uno de sus proyectos. Su finalidad es conservar la vida del piso ecológico del páramo de los Andes. Basta un recorrido en bicicleta o a caballo para constatar la presencia de los nuevos integrantes de la familia creciendo entre la vegetación.
Su propuesta de turismo sostenible se basa en generar el menor impacto en el ecosistema que los acoge y en la cultura local donde residen. Para ello dedican el 20% de las actividades del lugar a agricultura, ganadería y turismo; el restante se mantiene en conservación. Además, el 30% de la energía del hotel se abastece de paneles solares. En las comunidades cercanas apoyan proyectos de la escuela de la zona y trabajan con grupos de jóvenes y de personas de la tercera edad.
Experiencias turísticas desde lo tradicional
A 3 600 metros sobre el nivel del mar, este lugar ofrece al turista actividades que rescatan el valor de la tierra en experiencias de relajación. Después de una mañana de cabalgatas, ciclismo, senderos, cuerdas y excursiones, su propuesta es el Apu mountain spa.
El espacio ofrece masajes con piedras volcánicas, aguas termales, hidromasaje y el ancestral temazcal. En una pequeña cueva de 4 metros de diámetro y casi 2 m de alto, que hace referencia al vientre de la Madre Tierra, se materializa una práctica prehispánica que consiste en un baño ritual
con el vapor de hierbas aromáticas y medicinales.
El trabajo con los productos de la tierra se ve reflejado en la gastronomía. La carta del restaurante se fundamenta en una cocina de autor con insumos locales. El plato destacado es un lomo fino bañado en salsa de mortiño.
En esta línea ofrecen clases de cocina para aprender sobre los beneficios de los productos de la zona, sobre las tradiciones andinas y los secretos culinarios de las montañas. Así conjugan historia, tradición, aventura y sostenibilidad.
TIPS
La temperatura en esta zona oscila en los 10 y 13 grados centígrados. Hay alta probabilidad de lluvia durante las tardes.
Las habitaciones del lugar van desde los USD 60 en la tipo Machay, para dos personas, hasta los USD 242 en suites para tres.
Ropa abrigada, zapatos para ciclismo de montaña y cabalgatas. El lugar provee de cascos y ponchos de lluvia.
Además del hospedaje, hay pases ‘Full day’ y pasaportes de aventura, que incluye solo actividades de día y alimentación.
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